Un cobarde es incapaz de mostrar amor; hacerlo está reservado para los valientes

Mahatma Gandhi

Durante mucho tiempo hemos asociado la valentía a las historias de hazañas heroicas y asunción de trepidantes riesgos. La valentía ha quedado vinculada históricamente a los valores propios de la masculinidad hegemónica. La historia se contaba en masculino y los hechos trascendentes eran aquellos que se producían en las tramas protagonizadas por hombres. Nuestra forma de entender el mundo se ha articulado bajo relatos en los que solo han tenido cabida narrativas de conflicto y dominación, en las que la fuerza y el poder se entendían como los atributos a ensalzar y a inmortalizar en los libros y en los artefactos culturales (escudos de arma, tapices, cuadros, etc.).

Sin embargo, la valentía hoy más que nunca se ha convertido en una actitud quizá mucho más difícil de encarnar y seguramente más escasa. En un tiempo en el que las redes sociales nos mueven a construir un relato sobre nuestra identidad que debe ser adecuada a las expectativas que establece el escrutinio público, la verdadera valentía es ser tú mismo. La actitud que nos permite mostrar la propia diferencia sin tener miedo a ser juzgados.

Es también un acto de inconmensurable valentía aceptar la diferencia de las demás personas y saber ponerla en valor con la empatía necesaria para verlas por encima de nuestros propios esquemas mentales. Aquí la valentía se cruza con la tolerancia.

La diversidad va más allá de la representación superficial; es el alma de la autenticidad.

En +Diversity apostamos por defender que la verdadera valentía es la que se necesita para generar un entorno en el que la colaboración y el intercambio predominen, en el que la escucha, el cuidado y la empatía florezcan. Es verdadera valentía escuchar y aprender de la diversidad de las demás personas.

Si alguien sabe de esta genuina valentía somos las mujeres, las que para avanzar en un mundo configurado en masculino hemos tenido que romper los moldes y cuestionar el papel que se espera de nosotras una y otra vez. Aunque en muchas ocasiones pueda resultar más práctico asumir un rol masculino, las mujeres, debemos ser valientes para mostrar nuestra auténtica diferencia femenina. No solo tendremos mucho más valor que aportar, sino que el conjunto de la organización y por ende de la sociedad se verán beneficiadas de ello.

Valentía es también romper los moldes de la masculinidad vigente. Deconstruir una cultura en la que la asunción de riesgos estaba relacionada con la valentía. Dejar de asociar el coraje con los niveles de testosterona. Asumir, por ejemplo, la corresponsabilidad y fomentar una cultura en la que busquemos un mayor equilibrio entre el desarrollo profesional y el cuidado de la esfera privada. En la que compartir renuncias y aspiraciones de una manera ponderada con nuestro compañero o compañera de vida. Por ejemplo a la hora de solicitar una reducción de jornada por paternidad.

Una masculinidad valiente es la que se enfrenta a la lista de negaciones en la que hemos sido socializados como hombres y se permite ser vulnerable, emocionarse y escuchar sus necesidades por encima de lo que se espera de nosotros.

La valentía también se halla en escuchar y aprender de la diversidad. Una actitud inclusiva permite que distintos puntos de vista se debatan y abiertamente para encontrar la mejor solución dando lugar a que los desafíos se convierten en oportunidades y los obstáculos se transformen en experiencias hacia el crecimiento.

En las organizaciones la diversidad permite originar distintas ideas y puntos de vista. Dependerá de si tenemos una estrategia adecuada para fomentar una diversidad inclusiva que la diferencia tenderá a converger y a generarse puentes con el sano debate necesario o, por el contrario, se silenciará e invisibilizará a quien se salga de lo establecido. Una actitud inclusiva permite que los desafíos se conviertan en oportunidades. Asumir que la verdadera innovación proviene de la riqueza de una diversidad que aporta multiplicidad de perspectivas y soluciones, proporciona a las organizaciones una ventaja competitiva frente aquellas que imponen la homogeneidad y tienen una actitud rígida ante la diferencia.

La diversidad inclusiva es un proceso, un camino que no termina de concluir. Asumir la diversidad como un valor es adoptar una actitud valiente hacia la mejora continua, construyendo un espacio de trabajo inclusivo donde cada persona pueda desplegar su máximo potencial.

Enfrentar el miedo es avanzar hacia entornos más inclusivos. La diversidad es mucho más que una simple estadística o cumplimiento normativo; es una fuente inagotable de potencial humano. No se trata simplemente de crear un entorno tolerante, sino de acoger y celebrar la diversidad en todos sus sentidos. Es un valiente viaje donde los prejuicios se desafían, y las barreras se derrumban para dar paso a un nuevo horizonte de equidad y pluralidad.