El filósofo Karl Popper reflexionaba acerca de la paradoja de la tolerancia, concluyendo que el límite de la tolerancia debe ser la intolerancia, ya que si somos tolerantes con el intolerante este acabará imponiendo su intolerancia en el conjunto de la sociedad.

El próximo 16 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Tolerancia, una cita instaurada por la ONU para conmemorar la Declaración sobre los Principios de la Tolerancia.

La verdadera tolerancia no se fundamenta en escepticismos, no es una actitud de simple neutralidad o indiferencia, sino una posición resuelta que cobra sentido cuando se opone a su límite, a la indebida exclusión de lo diferente, que es lo intolerable. De esta forma, podemos afirmar que para que la tolerancia pueda darsedebemos tomar partido, defender diversidad y garantizar su inclusión plena en nuestras sociedades.

¿Qué es ser tolerante?

La tolerancia no implica condescendencia ni indiferencia hacia los otros, no es una actitud permisiva frente a la diversidad o la diferencia. La tolerancia es el reconocimiento y el respeto por la pluralidad de formas de pensar y de ser que existen en el conjunto de la sociedad, sin discriminar por razones ideológicas, de género, identidad sexual, cultura, capacidades o edad. Se trata de un valor fundamental para garantizar los derechos humanos y la libertad de expresión. Es aceptar que los seres humanos somos naturalmente diversos y que tenemos el derecho de vivir en paz sin ser cuestionados ni excluidos. 

En definitiva, ser tolerante es comprender que nuestra forma de pensar, de ser y de expresarnos es solo una de las posibles y que no es ni mejor ni peor que otras y, por lo tanto, no debemos juzgar o cuestionar y menos aún marginar o excluir a aquellas personas que no comparten nuestros rasgos físicos o creencias. 

¿Cómo podemos aumentar nuestro grado de tolerancia?

Para que la tolerancia pueda darse es fundamental que actuemos con empatía, esto es, con la capacidad de comprender las ideas y emociones del otro experimentando de manera racional sus sentimientos y el lugar desde el que se expresa. Sin tener miedo o animadversión a lo diferente, abrazando la diversidad y la diferencia como elementos que enriquecen nuestro entorno y aportan perspectivas y valores que pueden nutrirnos y ayudarnos a ser mejores. 

Pero la tolerancia, como cualquier otro valor, no se adquiere de manera espontánea, requiere aprendizaje. Como hacíamos referencia en el titular, la tolerancia es una pieza indispensable en los engranajes que garantizan la inclusión de la diversidad. Para que tanto la inclusión como la tolerancia se puedan poner en práctica, debemos comprender qué mecanismo nos llevan a ser poco tolerantes y tener comportamientos discriminatorios también inconscientemente.

Los seres humanos tenemos sesgos inconscientes, creencias y actitudes adquiridas, que condicionan nuestra forma de ver el mundo. Estos sesgos son parte esencial de nuestros mecanismos cerebrales propios del sistema rápido o intuitivo que teorizó Daniel Kahneman. Este sistema nos permite tomar decisiones de manera rápida automatizando respuestas aprendidas y es básico para la supervivencia. Sin embargo, este mecanismo básico, también nos lleva a reproducir comportamientos discriminatorios cuando nos encontramos con una realidad que se sale de los esquemas mentales que están dentro de nuestra normalidad y que suponen una alteración de nuestro orden preestablecido.

Además de los sesgos, los seres humanos contamos con estereotipos y prejuicios. Los estereotipos son generalizaciones que se dan por válidas de manera colectiva y que nos llevan a asociar rasgos particulares a grupos y categorías sociales,  asociaciones falsas que nos llevan a catalogar a las personas según aspectos como su procedencia, cultura o su género. Los prejuicios son una opinión generalmente negativa que se conforma sin el conocimiento necesario conformando una visión de la realidad que rechaza las evidencias y favoreciendo la discriminación.

Estos comportamientos discriminatorios pueden ser reducidos si entrenamos a nuestro cerebro desde nuestro sistema lento, aquel que piensa de manera reflexiva y crítica, intentando sortear los atajos cognitivos y generando un juicio concreto ante la realidad que tenemos delante. Si ante la diversidad tratamos de activar este sistema de pensamiento, generar empatía, practicar la escucha activa y tratar de no prejuzgar, poco a poco iremos corrigiendo los mecanismos de nuestro sistema instintivo para que no actúe de manera discriminatoria. Lo que al principio puede requerir un trabajo más persistente poco a poco se va transformando en una respuesta automática en la que generamos comportamientos cada vez más inclusivos.

La tolerancia, piedra angular de la inclusión

La tolerancia implica respeto, empatía y solidaridad, en definitiva, aceptar la diferencia como parte normal de nuestra vida: todos somos diferentes y ahí está la riqueza de este mundo, en su diversidad. 

Como expresa la Declaración de principios sobre la Tolerancia (UNESCO, 1995): la tolerancia consiste en la armonía de la diferencia, contribuyendo a sustituir la cultura de guerra por la cultura de paz.

Fuentes:

https://www.redi-lgbti.org/wp-content/uploads/2020/07/Ficha-REDI-to-Learn-Tema-3-Los-sesgos-inconscientes-v3.pdf

https://www.linkedin.com/pulse/la-tolerancia-es-concesión-condescendencia-ni-se-de-mendez-escalante/?originalSubdomain=es

https://www.scielo.org.mx/pdf/polcul/n21/n21a12.pdf