Adrián Fernández / Madrid 

La ausencia de mujeres en puestos directivos en las empresas es, en pleno siglo XXI, una triste realidad. A pesar de los avances que ha habido en los últimos años en materia de igualdad de género, las empresas tienen todavía mucho camino por recorrer para erradicar el techo de cristal e implementar unas políticas efectivas de igualdad. 

La pandemia de la COVID-19 ha supuesto un retroceso en los avances en políticas de igualdad de género. El estudio ‘Women in Business 2021’ apunta que 3 de cada 10 empresas (el 26%) asegura no haber puesto en marcha ninguna acción que garantice una igualdad de género real en sus plantillas directivas. Esto supone un preocupante aumento de 15 puntos en relación con el año anterior, cuando se situaba en el 11%. 

Sin embargo, poco a poco, los organismos públicos van regulando esta desigualdad.  El 2021, por ejemplo, ha comenzado con una noticia esperanzadora en esta materia. Y es que, desde este año, una nueva normativa acerca a las empresas a la igualdad real entre hombres y mujeres en las organizaciones. Desde el 14 de abril las empresas de más de 50 trabajadores tienen que realizar un nuevo registro retributivo y una auditoria salarial que recoja lo que perciben sus trabajadores y trabajadoras. 

Mujeres en puestos directivos: más responsables y asumen mejor los cambios

Es necesario contar con mujeres en los altos cargos directivos de las compañía ya que ellas aceptan mejor los cambios y son más responsables. Eso es lo que apunta un nuevo informe elaborado por Harvard Business Review a 163 compañías multinacionales durante 13 años y qué analiza diversos parámetros para comprobar los resultados que supone contratar a mujeres en puestos directivos. Las conclusiones son que las empresas que habían apostado por el talento femenino habían evolucionado en su forma de pensar y eran más abiertas a nuevas transformaciones. 

Sabemos que las empresas no pueden ser entes inamovibles. Al igual que la sociedad evoluciona, muchas compañías tienen que cambiar su visión y enfocar su estrategia bajo los pilares de la diversidad, la inclusión y la equidad. Esto es beneficioso tanto a nivel individual (múltiples estudios concluyen que las empresas más diversas son más rentables) como colectivo (las empresas que apuestan por la diversidad muestran una buena imagen a la sociedad). 

Lo que está claro es que lo que hay que hacer es apostar por el talento interno que todos nosotros llevamos en nuestro ADN. Es el momento de humanizar a las personas y creer en sus capacidades y habilidades. Tener una mente más abierta, aceptar que lo diferente enriquece y eliminar los estereotipos permiten construir un mundo más diverso, justo e igualitario. 


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