Adrián Fernández / Madrid 

Los primeros años de vida de una persona definen muchas actitudes y comportamientos que luego tendrá cuando sea mayor. En las primeras etapas de vida la familia y la escuela se convierte en figuras muy importantes de la infancia ya que se aprenden valores tan importantes como el respeto hacia los demás o la igualdad entre unos y otros.

Madres, padres, profesores y profesoras: figuras claves en la educación 

Es innegable que tanto la familia como la escuela ejercen una gran influencia en los niños y las niñas.  Por un lado, los padres deben predicar con el ejemplo y enseñar los valores del respeto, la igualdad y la tolerancia. «Con esos valores en mente lograremos educar unos ciudadanos mucho más respetuosos los unos con los otros y con la diversidad” opina el psicólogo Alberto Soler. Además, “los padres tienen que ser conscientes de los cuentos, películas, juguetes que elegimos, para evitar perpetuar estereotipos. Tratar de dar las mismas oportunidades y trato tanto a nuestras hijas como hijos”. 

En el otro lado de la balanza, el colegio también es un importante agente de cambio de los niños y niñas. Según Alberto, este lugar actúa como pieza vital para alcanzar la igualdad: “La educación es un arma imprescindible. No la única, pero sí imprescindible para que nuestras hijas e hijos vivan en una sociedad más igualitaria”. Por esta razón es fundamental educar a los adultos del futuro y prestarles la atención que se merece. Esto se presenta como un gran reto tanto para las familias como los profesionales de la educación, que deben trabajar conjuntamente para conseguir una sociedad más justa e igualitaria.

Educar en igualdad 

Para evitar comportamientos no deseado en el futuro, es importante que los niños y niñas aprendan los verdaderos valores de la igualdad de género. Es en esta etapa de la vida cuando podrán aprender que la equidad debe guiar a los hombres y a las mujeres indiferentemente.  Incluso, algunas actitudes que los mayores han aprendido cuando eran pequeños ya no sirven. Existen múltiples pequeños comportamientos que son auténticos prejuicios sexistas de los que, los más mayores, no nos damos ni cuenta. Hay que huir de estos prejuicios, no transmitírselos a los pequeños de la casa y hacerles crecer en un ambiente donde la igualdad reine. Por ejemplo, tanto los niños como las niñas deben asumir tareas domésticas sin diferencia de género. Asimismo, los padres y las madres deben aceptar que cada peque es único, conocerle y, ante todo, respetar su personalidad. 

Los niños y niñas de ahora serán los mayores de mañana 

Los padres y madres son los faros que guían a sus hijos e hijas hacia buen puerto queriendo siempre lo mejor. Por ello, no debemos dejar de lado el papel de la educación y prestarle la atención que se merece.

Al final, todos sabemos que somos la educación y la experiencia recibida cuando éramos pequeños.  Por eso, educar desde el respeto, el amor, la creatividad y la libertad se convierte en el único camino posible para llegar a ese puerto sin extraviarse del rumbo deseado.